Thursday, March 15, 2018

Salidas y despedidas por Kevin Zavala


         Por 6 años yo viví en El Salvador. Era el único hogar que yo había conocido. Vivía en un campo lleno de árboles de jocotes, nances, mandarinas. El terreno era magnífico, había cerros que tocaban el cielo y cascadas que corrían violentamente cuando llovía. Sin embargo, lo que me importaba más de El Salvador eran mis amigos y mi familia. Cada día yo jugaba al escondite con mis primos, los días de la semana yo caminaba a la escuela en el pueblo vecino con ellos y los fines de semana íbamos a la doctrina de la iglesia. Yo no sabía otro modo de vivir mi vida. Entonces, cuando mi mamá me contó que en unos meses nos íbamos a ir a los Estados Unidos con mi papá, sentí que fui arrancado de mi vida como una curita.
     Para empezar, el 30 de abril del 2008 era el día que yo esperé que nunca llegara. Yo me desperté en la mañana inmediatamente acordándome que esa iba a ser la última mañana que iba pasar en El Salvador. El clima del día era nublado y gris lo cual reflejaba mis sentimientos sobre el día. Empecé a llora al pensar en todas la cosas que iba a dejar: mi casa, mi familia y mis amigos. Yo no quería irme, yo no iba a entender nada de las costumbres de los Estados Unidos y no iba a conocer a nadie, me iba a sentir como un gallo en un corral ajeno, un gran extranjero. Sin embargo, mi papá siempre me contaba que porque yo había nacido en los Estados Unidos, ahí era donde yo iba a tener más oportunidades.
     Para continuar, después que me levanté y de que dejé de llorar, fui a buscar a mi mamá y la encontré con mi papá y mi tío, quien iba a manejar a mis padres y yo a Sensuntepeque para que mi mamá se pudiera despedir de su familia. Vi que mi mamá se veía algo nerviosa y le pregunté, <<¿Está nerviosa?>>. Ella me miró y me dijo <<No, mi’jito, estoy feliz que por fin voy a conocer a los Estados Unidos>>. Yo inmediatamente supe que ella estaba mintiendo; admiré su intento para consolarme. Después de todo, ella también iba ir a un país extraño. A las 12:00 de la tarde mi papá nos dijo que ya casi nos íbamos y mi corazón se hundió, era tiempo para mis despedidas. Fui a buscar a mi tía-madrina, Mayra, y la abracé que sintió como que duró 100 años, pero no me importaba. Empecé a llorar de nuevo y ella igual y me dijo <<Nosotros podemos estar miles de millas aparte, pero mi corazón y amor siempre iba a estar contigo>>. Después de eso empecé a llorar como nunca antes, mis lágrimas se sentían como ríos ahogandome en tristeza.
     A las 4:00 de la tarde llegamos al aeropuerto, toda la gente corriendo solo aumentó mi nerviosidad. Mi papá me preguntó si tenía hambre y le iba a mentir y decirle que no, cuando mi mamá propuso que fuéramos a comer <<Pollo campero>> y estuve feliz que ella propuso eso porque quizás iba a ser la última vez que lo iba a comer por mucho tiempo. Comimos ahí por una hora cuando mi papá nos dijo que ya era hora para alistarnos. Yo sabía que nuestra partida se acercaba más y más, entonces tuve que tomar la mano de mi mamá porque el hecho de que yo tenía a alguien que sentía igual que yo, me daba consuelo. El proceso tedioso del registro para el vuelo solo me hizo más enojado que tuve que dejar mi hogar, pero a las 7:00 de la noche, yo estaba oficialmente listo para dejar el país. Cuando el avión empezó a despegar, sentí la mano de mi mamá tomar la mía y la vi rezando, con lágrimas en sus ojos, <<Por favor, que los Estados Unidos nos encuentre con manos abiertas>>.
     Para concluir, a las 12:00 de la mañana del primero de mayo, yo oficialmente era Kevin Zavala, el estadounidense. Yo siempre había pensado que los Estados Unidos solo estaba llena de personas blancas, pero me dio esperanza cuando vi a gente latina corriendo y abrazando a sus familiares en el aeropuerto. Pero nada me dio más alegría que cuando mi papá me dijo que la ciudad donde íbamos a vivir se llamaba <<Santa Cruz>>, y pensé <<La lengua de Latinoamérica nunca va a perder su lugar en mi corazón>>. Ahora, ya casi va a ser el primero de mayo del 2018, una década desde que le dije adiós a mi primer hogar. Esos años me han dado tiempo para aprender de la cultura, la lengua y la gente estadounidense. Soy bilingüe, soy salvadoreño y soy estadounidense y ahora sé que el cambio puede ser difícil al principio. Sin embargo, el cambio puede abrir muchas puertas y perspectivas que antes se veían imposibles.

1 comment:

  1. Me encanto tu historia. También tuve una experiencia similar.

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